ESCUCHAR A JESÚS
El centro del relato de “La transfiguración de Jesús” lo ocupa la Voz, símbolo de la presencia siempre misteriosa de Dios que se nos manifiesta. La Voz dice: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”.
Solo Jesús es el Hijo querido de Dios y su voluntad es que lo escuchemos y establezcamos una verdadera relación con Él. Al término de su transfiguración Jesús se acerca a sus discípulos y, tocándolos, les dice: ¡Levantaos! ¡No tengáis miedo!
Posiblemente haya muchas personas que se llaman cristianos y solo conocen a Jesús por algunos recuerdos e impresiones de la infancia, viven sin escuchar en su interior a Jesús y, sin esa experiencia, no es posible conocer su fuerza para alentar y sostener nuestra vida.
Cuando un creyente se detiene a escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre algo como esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio de Dios, no te inquietes.
Si me escuchas, descubrirás que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote y, si crees esto, tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón”. Jesús llama a la puerta de nuestro corazón. Lo podemos dejar entrar o podemos rechazarlo. Pero sabemos muy bien que no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.